UN PENSAMIENTO POSMODERNO: LOS SIMULACROS DEL NEOCONSERVADURISMO




1.     Introducción.

Se presenta una síntesis del pensamiento posmoderno de Rigoberto Lanz [1], reflejado en el capítulo III de su obra el “El Discurso Posmoderno”[2]. Lanz construye una “lectura radical” a través de argumentos lógicos y dominantes de varios intelectuales posmodernistas, con énfasis en que no es objetivo ni inocente su texto, matizando los contornos de tesis, conceptos y propuestas de la Modernidad/posmodernidad con el propósito de preservar la apertura al diálogo-intelectual-crítico. Describe algunos síntomas de la Modernidad para salvar a la posmodernidad de los “arbitrarios significados” que le han otorgado. Acentúa que se requiere –de emergencia- del discurso posmodernidad, ilustrando sobre lo que identifica a la posmodernidad pasiva y la posmodernidad activa.

Palabras clave: Modernidad, posmodernidad, neoconservadurismo.


2.  Pensamiento de Lanz Rigoberto.

Lanz, muestra la discusión de cómo la posmodernidad tiene “que echar mano de recursos intelectuales poco ortodoxos si queremos dar cuenta del "état d'esprit" (estado de espíritu) de estos tiempos. Recuerda que el “pensamiento social” no dispone de un marco práctico confiable para hacer las enunciaciones –contundentes- sobre el tema, al no contar con estudios estadísticos que permitan medir el "desencanto" existente, "la: crisis de paradigmas" o el sincretismo epistemológico; empero el pensamiento social debe asumir la responsabilidad de explicar y comprender la crisis de la Modernidad, donde coexiste, una especie de “nueva Modernidad” fundada en la “hipóstasis de la racionalidad tecnológica” y a su vez, de forma contradictoria, está dominada la escena intelectual, por el desvanecimiento de la “gran convocatoria ideológica, la decadencia de los proyectos humanistas, el escepticismo hacia la esperanza de "un mañana feliz" (progreso), la masiva desafiliación de las identidades colectivas, la disolvente sospecha sobre la razón y el descentramiento de la idea de sujeto, la desconfianza hecha religión sobre todo discurso político, el desvanecimiento de la idea-fuerza de vanguardia, el cuestionamiento del modelo tecnológico imperante”, en todas las culturas.

A raíz del colapso, aparece la posmodernidad "a deux vitesses" (a dos velocidades): 1) La posmodernidad pasiva, que describe morfológicamente algunos contornos culturales, que están allí sin reclamos, por el tejido epifenoménico de la reflexión teórica, la producción estética y las elecciones éticas de ciertas élites en todo el mundo. Representa los linderos culturales de la posmodernidad existente realmente; y, 2) El posmodernismo activo, cuya postura intelectual presenta un estado de cosas, produciendo una relativa teoría-existencial, e intentando ser reconocida –como una corriente de pensamiento- por el agotamiento de la razón ilustrada; moviéndose pensamientos contradictorios que permiten distinguir dos momentos: uno, suponer que el fenómeno posmoderno es una manipulación del "enemigo", y el otro, creer ingenuamente que la postura posmodernista es una inocente emanación de los hechos, pues va más allá de una moda intelectual.

Lanz señala que en los “dos casos lo que ha ocurrido es una inadecuada mezcla de planos en la que el fenómeno objetivo de la posmodernidad se confunde con algunas propuestas -estéticas o epistemológicas- que asumen de un modo beligerante ese perfil.” Piensa que no es una “clásica receta metodológica sino de un requisito sustantivo del análisis”, donde se diferencie entre esos dos planos para “que cada formulación se someta a los requisitos de consistencia de cada nivel”.

Cita los “testimonios intelectuales” de varios autores, expresando sus inquietudes, angustias y sugestiones teóricas, con la pretensión de poner en “sintonía la percepción del fenómeno Modernidad/posmodernidad con lectura sintomática”, para que cada uno cargue con su pensamiento, señalando que no sería valedero decretar que “todo está bien” y sigamos adelante, porque el pensador debe comprometerse con las implicaciones y fijar un punto de vista crítico, que es el límite mínimo para un “acuerdo racional” (Habermas) sobre estos temas.

Enseña que el posmoderno cultiva las estrategias deconstructivistas frente a los discursos (ante el arte, la vida, lo estético, cultural, etc.), cuyo método de análisis de discursos, es con una óptica intelectual en que “la acción deconstructiva se convierte de medio a fin”. De allí que, los procesos estéticos, cognitivos, afectivos o sensoriales, son develados en la actividad más profunda e intima del intelectual, que problematiza “de cara a las gramáticas discursivas de la ciencia y todo el aparato cultural que la legítima”.

Esa dialéctica deconstructiva, “tiene un efecto inmediato liberador, en el sentido de desvelamiento de zonas tradicionalmente oscurecidas por las prácticas científicas convencionales”. La “técnica” posee una ventaja frente a los “arcaísmos epistemológicos”, por ser incapaz de dar respuesta a la “lógica inmanente de la dominación” “en los procesos de reproducción de los sistemas de representación”. Además, permite el diálogo con otras tendencias teóricas, en virtud del derribe de constructos de cualquier género y por poseer sensibilidad intelectual para desmitificar esos espacios construidos.

La clave esta en ponderar el “alcance real” del “fenómeno posmoderno”, “como pensamiento y la atmósfera cultural”, que contribuirá a precisar el impacto del fenómeno en el curso de la “historia realmente existente”.

3. Conclusiones.

1. Lanz, intenta recuperar lo teórico del pensamiento posmoderno, a pesar de lo disperso y ambivalente de las posturas “intelectuales”; revelando las dos tónicas: una abiertamente contestataria e impertinente (aunque muy lejos de la idea de vanguardia) y otra distraídamente “fofa que sirve objetiva y funcionalmente a las ideologías retrógradas”; cuya interpretación está marcada por el signo reproductivo de Castoriadis, Subirats, Habermas.

2. Insiste en la coexistencia de: 1) La nueva Modernidad, como la apoteosis de la Ilustración en lo que concierne a la racionalidad burocrática-instrumental, que la considera como una dimensión ideo-cultural predominante en el mundo; y, 2) La posmodernidad como “epifenómeno intelectual” en donde reposan los signos más decadentes de la Ilustración, cuyo desencanto es un “microclima que sólo toca a ciertas élites intelectuales”.

3. Introduce una nueva distinción, cuando expresa que “una cosa es el aura crítica y el efecto reconstructivo de ciertas posturas posmodernistas y otra cosa es la tónica abiertamente retardataria que también arrastran los diversos matices de esta posición”.

4. Apoya el encuentro del –diálogo- con planteamientos críticos y creadores, lejos del nihilismo.



[1] Rigoberto Lanz, nacido en el año 1945 en Venezuela, fue sociólogo, pensador de la posmodernidad, investigador y uno de los creadores de la Universidad Bolivariana de Venezuela. Lanz publicó numerosos ensayos en torno a la posmodernidad. Como docente, formó parte de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Falleció este 16 de abril de 2013.
[2] Lanz, Rigoberto (2000): El discurso Posmoderno. UCV: Caracas (págs. 1-36).
  1945-2013

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